
Esta obra puede ser vista como
una epopeya al género gótico. El pesar del protagonista, la agonía por perder a
su amada de forma tan imprevista, un resfriado que se volvió en una severa pulmonía
que le arrebato tan tempranamente a su amada, pero sin antes dejarle la impresión
de verla debilitarse cada
minuto, de perder la noción de lo que veía y poco a
poco cuestionarse su amor.
Vemos, por parte del protagonista,
un leve resumen de su vida con su amada, que al final termina con él en su habitación
vivificando la nostalgia con los recuerdos que pasó en esa habitación con ella,
y al mismo tiempo haciéndole frente a un dolor que casi lo orilla al suicidio. Pero
para su suerte, él decide irse de dicha morada de angustia, no obstante antes
de irse él ve el gran espejo en su vestíbulo y se puede decir que éste le lanza
una maldición profana de inclemente amor, el solo pensar que su amada se vio
tantas veces en ese espejo, le ocasionaba la suposición algo crédula que ella
aun permanecía en dicho espejo como una imagen.
Y así, luego de mirar por varios
minutos el espejo, él decide por fin salir de su morada. Y lo próximo que
sabemos es que, se encuentra enfrente de la tumba de su amada, leyendo el Epitafio
final de su lapida, que decía: “Amó, fue amada y murió”.
Y con el solo hecho de pensar en
ella pudriéndose allí, en ese sepulcro, despertó la emoción más lógica que le
quedaba, el dolor. Y desde allí, el protagonista apoyo su frente en el suelo
mientras sollozaba con ímpetu, y permaneció allí mucho pero mucho tiempo. Cuando
el protagonista volvió en sí, ya estaba oscureciendo pero una loca idea lo
llevo a pensar que era mejor quedarse allí, quedarse toda la noche en el cementerio
junto con ella.
Y resumiendo, nuestro
protagonista se queda gran parte de la noche vagabundeando en el cementerio, y
observando las lapidas tanto de nuevas como de viejas generaciones. Y al final
de su trayecto de caminar y caminar para no tener que pensar en su pesar, y en
su agonía.
Y como no era de extrañar, el cansancio
llego a él, y nuestro protagonista se sienta en una losa de mármol o vulgarmente
una tumba cualquiera para descansar un minuto, pero de repente él siente que la
losa de mármol comienza a moverse, a lo cual él se levanta y observa el epitafio
de esa tumba olvidada, que decía: «Aquí yace Jacques Olivant, que murió a
la edad de cincuenta y un años. Amó a su familia, fue bueno y honrado y murió
en la gracia de Dios.»
Aunque el cementerio era aterrador lo que vino luego fue
peor. El protagonista vio un esqueleto emerger de su última morada, él cual
mira el epitafio de su tumba, y luego del suelo recoge una piedra puntiaguda y
comienza a rasgar el epitafio y al mismo tiempo reescribirlo, y luego de
culminada su labor, su nuevo epitafio decía: «Aquí yace Jacques Olivant, que
murió a la edad de cincuenta y un años. Mató a su padre a disgustos, porque
deseaba heredar su fortuna; torturó a su esposa, atormentó a sus hijos, engañó
a sus vecinos, robó todo lo que pudo y murió en pecado mortal.»
El protagonista estaba asustado, por lo que correr pilotado
por dicha delirante emoción, y mientras corría, éste veía como los otros
muertos hacían lo mismo que esqueleto que él vio, demarcar el epitafio de su
tumba, y mostrar así la verdadera verdad.
Y cabe mencionar que el protagonista al ver como todos los
muertos hacían los mismo, no tardo nada en pensar en su amada y si ella estaría
haciendo lo que todo no-vivo hacía. Por lo que la curiosidad lo mueve hacia la
tumba de su amor, la cual si estaba allí respectivamente, con un velo negro
cubriendo su rostro y, un pedazo de roca con la cual demarcaba el epitafio de
su tumba. Y así, con esta extraña experiencia,
la verdad se mostró a nuestro pavorido protagonista, ya que las palabras que yacían
en tal pedazo de concreto, las nuevas palabras decían: «Habiendo salido un día
de lluvia para engañar a su amante, pilló una pulmonía y murió.»
Al día siguiente, el protagonista despierta sobre la tumba de
su amada extremadamente confundido pensando si todo fue un sueño o algo
realmente aterrador y cierto.
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