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domingo, 3 de julio de 2016

La muerta. De Guy de Maupassant





Esta obra puede ser vista como una epopeya al género gótico. El pesar del protagonista, la agonía por perder a su amada de forma tan imprevista, un resfriado que se volvió en una severa pulmonía que le arrebato tan tempranamente a su amada, pero sin antes dejarle la impresión de verla debilitarse cada 
minuto, de perder la noción de lo que veía y poco a poco cuestionarse su  amor.

Vemos, por parte del protagonista, un leve resumen de su vida con su amada, que al final termina con él en su habitación vivificando la nostalgia con los recuerdos que pasó en esa habitación con ella, y al mismo tiempo haciéndole frente a un dolor que casi lo orilla al suicidio. Pero para su suerte, él decide irse de dicha morada de angustia, no obstante antes de irse él ve el gran espejo en su vestíbulo y se puede decir que éste le lanza una maldición profana de inclemente amor, el solo pensar que su amada se vio tantas veces en ese espejo, le ocasionaba la suposición algo crédula que ella aun permanecía en dicho espejo como una imagen.

Y así, luego de mirar por varios minutos el espejo, él decide por fin salir de su morada. Y lo próximo que sabemos es que, se encuentra enfrente de la tumba de su amada, leyendo el Epitafio final de su lapida, que decía: “Amó, fue amada y murió”.

Y con el solo hecho de pensar en ella pudriéndose allí, en ese sepulcro, despertó la emoción más lógica que le quedaba, el dolor. Y desde allí, el protagonista apoyo su frente en el suelo mientras sollozaba con ímpetu, y permaneció allí mucho pero mucho tiempo. Cuando el protagonista volvió en sí, ya estaba oscureciendo pero una loca idea lo llevo a pensar que era mejor quedarse allí, quedarse toda la noche en el cementerio junto con ella.

Y resumiendo, nuestro protagonista se queda gran parte de la noche vagabundeando en el cementerio, y observando las lapidas tanto de nuevas como de viejas generaciones. Y al final de su trayecto de caminar y caminar para no tener que pensar en su pesar, y en su agonía.

Y como no era de extrañar, el cansancio llego a él, y nuestro protagonista se sienta en una losa de mármol o vulgarmente una tumba cualquiera para descansar un minuto, pero de repente él siente que la losa de mármol comienza a moverse, a lo cual él se levanta y observa el epitafio de esa tumba olvidada,  que decía: «Aquí yace Jacques Olivant, que murió a la edad de cincuenta y un años. Amó a su familia, fue bueno y honrado y murió en la gracia de Dios.»

Aunque el cementerio era aterrador lo que vino luego fue peor. El protagonista vio un esqueleto emerger de su última morada, él cual mira el epitafio de su tumba, y luego del suelo recoge una piedra puntiaguda y comienza a rasgar el epitafio y al mismo tiempo reescribirlo, y luego de culminada su labor, su nuevo epitafio decía: «Aquí yace Jacques Olivant, que murió a la edad de cincuenta y un años. Mató a su padre a disgustos, porque deseaba heredar su fortuna; torturó a su esposa, atormentó a sus hijos, engañó a sus vecinos, robó todo lo que pudo y murió en pecado mortal.»

El protagonista estaba asustado, por lo que correr pilotado por dicha delirante emoción, y mientras corría, éste veía como los otros muertos hacían lo mismo que esqueleto que él vio, demarcar el epitafio de su tumba, y mostrar así la verdadera verdad.

Y cabe mencionar que el protagonista al ver como todos los muertos hacían los mismo, no tardo nada en pensar en su amada y si ella estaría haciendo lo que todo no-vivo hacía. Por lo que la curiosidad lo mueve hacia la tumba de su amor, la cual si estaba allí respectivamente, con un velo negro cubriendo su rostro y, un pedazo de roca con la cual demarcaba el epitafio de su tumba. Y así,  con esta extraña experiencia, la verdad se mostró a nuestro pavorido protagonista, ya que las palabras que yacían en tal pedazo de concreto, las nuevas palabras decían: «Habiendo salido un día de lluvia para engañar a su amante, pilló una pulmonía y murió.»



Al día siguiente, el protagonista despierta sobre la tumba de su amada extremadamente confundido pensando si todo fue un sueño o algo realmente aterrador y cierto.

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