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domingo, 10 de julio de 2016

A una nariz de Francisco de Quevedo




Muchos artistas buscan expresar la belleza por medio de las palabras, pero muy pocos ven la belleza de las imperfecciones humana, y he aquí un poema que toca en concreto lo ya mencionado, un poema en que el autor se mofa sobre una parte significativa de su rostro, en que intenta con uso de la prosa, enseñar que la belleza no necesariamente hace alusión a lo bello.

A una nariz


Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.
 
Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
 
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce Tribus de narices era.
 
Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito


En verdad, el autor puede mostrar un punto tan decisivo en la usanza de la prosa, que no es de extrañar que su trabajo sea tan elogiado a través del mundo, y respecto a este servidor puedo decir que nunca me sentí tan a gusto con mis imperfecciones luego de leer tan estrambótico y cómico poema.

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