Hoy les traigo uno de los mejores discursos visto en la cinematografía, cedido
por manos del actor mudo o no tan mudo, Charles Chaplin, en su célebre película
el gran Dictador, una obra que habla sobre el fascismo y el nazismo, pero que
por alguna razón se volvió en una clara antítesis de dichos conceptos, volviéndose
un claro himno a la libertad y la voluntad del pueblo, un homologo objetivo de la gran democracia.
Dicho discurso comienza así: Lo siento.
Pero yo no quiero ser emperador. Ese no es mi oficio, sino ayudar a todos
si fuera posible. Blancos o negros. Judíos o gentiles. Tenemos que ayudarnos
los unos a los otros; los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los
demás, no hacernos desgraciados. No queremos odiar ni ayudar a nadie. En este
mundo hay sitio para todos y la buena tierra es rica y puede alimentar a todos
los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos
perdido. La codicia ha envenenado las armas, ha levantado barreras de odio, nos
ha empujado hacia las miserias y las matanzas.
Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos.
El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro
conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos
demasiado, sentimos muy poco.
Más que máquinas necesitamos más humanidad. Más que inteligencia, tener
bondad y dulzura.
Sin estas cualidades la vida será violenta, se perderá todo. Los aviones y
la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de estos
inventos exige bondad humana, exige la hermandad universal que nos una a todos
nosotros.
Ahora mismo, mi voz llega a millones de seres en todo el mundo, millones de
hombres desesperados, mujeres y niños, víctimas de un sistema que hace torturar
a los hombres y encarcelar a gentes inocentes. A los que puedan oirme, les
digo: no deseperéis. La desdicha que padecemos no es más que la pasajera
codicia y la amargura de homres que temen seguir el camino del progreso humano.
El odio pasará y caerán los dictadores, y el poder que se le quitó al
pueblo se le reintegrará al pueblo, y, así, mientras el Hombre exista, la
libertad no perecerá.
Soldados.
No os entreguéis a eso que en realidad os desprecian, os esclavizan,
reglamentan vuestras vidas y os dicen qué tenéis que hacer, qué decir y qué
sentir.Os barren el cerebro, os ceban, os tratan como a ganado y como carne de
cañón. No os entreguéis a estos individuos inhumanos, hombres máquina, con
cerebros y corazones de máquina.
Vosotros no sois ganado, no sois máquinas, sois Hombres. Lleváis el amor de
la Humanidad en vuestros corazones, no el odio. Sólo lo que no aman odian, los
que nos aman y los inhumanos.
Soldados.
No luchéis por la esclavitud, sino por la libertad. El… el… capítulo 17 de
San Lucas se lee: “El Reino de Dios no está en un hombre, ni en un grupo de
hombres, sino en todos los hombres…” Vosotros los hombres tenéis el poder. El
poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad, el poder de hacer esta
vida libre y hermosa y convertirla en una maravillosa aventura.
En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos.
Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres un
trabajo, a la juventud un futuro y a la vejez seguridad. Pero bajo la promesa
de esas cosas, las fieras subieron al poder. Pero mintieron; nunca han cumplido
sus promesas ni nunca las cumplirán. Los dictadores son libres sólo ellos, pero
esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer realidad lo prometido. Todos a
luchar para liberar al mundo. Para derribar barreras nacionales, para eliminar
la ambición, el odio y la intolerancia.
Luchemos por el mundo de la razón.
Un mundo donde la ciencia, el progreso, nos conduzca a todos a la
felicidad.
Soldados. En nombre de la democracia, debemos unirnos todos.